jueves, 5 de mayo de 2011

El cachaquito verde

Recuerdo con mucha gratitud aquella navidad de 1990, yo tenía cuatro años y la inmune fantasía que nos concede la niñez. Estábamos con mi madre y mi hermano paseando por el mercado central, no me perturbaba la aglomeración y llevaba conmigo una efervescente emoción navideña… de repente vi un hermoso barco de juguete, blanca elegancia e incomparable resplandor hacían de ese barco el regalo ideal.  En aquel entonces mi madre no pasaba por un buen momento económico, no obstante no iba a dejar pasar esa fecha tan trascendental para nosotros; fue entonces que con esa magia indescriptible que tienen las madres, ella me mostro un cachaquito verde, aquellos con los que juegas a la guerra y me lo obsequio con un beso eterno que hizo de ese cachaquito el mejor regalo que he recibido en mi vida, pues aún lo conservo y representa para mi ese amor creativo e incondicional de mi madre, que ante la adversidad nunca permitió que dejara de sonreír, es una de la lecciones que llevo conmigo, dar valor a las cosas, a los gestos y al amor.

Esta es una pequeña historia que quería compartir en esta víspera del día de las madres. Hijos: cuídenlas, abrácenlas, háganlas reír  y sobre todo ámenlas con todas sus fuerzas y a quienes no las tienen a su lado llévenla siempre en sus corazones y en su accionar que al final es la única forma de honrar el amor.

¡Feliz día de la madre!

Atentamente.

Jard

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